Ya sabemos que no es gran cosa. Qué un editorial en la revista Un Caño sobre aquello que ocurrió con Fernando Cáceres no soluciona nada, y que apenas nos permite intercambios y entendimientos o intercambios y desencuentros, entre quienes lean y quienes no lean.
Buena parte de los futbolistas y técnicos han opinado sobre el tema, como cada vez que un hecho policial afecta a un deportista.
Al final de cuentas, no son ellas más que una porcion de esta sociedad argentina que péndula entre dos frases que retumban cada vez mas fuerte:
-"Negros de mierda...Hay que matarlos".
-"Basta de derechos humanos para los delincuentes".
Sería estupendo que algún día se pudieran debatir razones y soluciones. Que al final de cuentas, no es tan difícil. Aquellos que pretendían una Argentina construida sobre el individualismo, y salvarse a cualquier precio ganaron la partida allá por 1976.
Son ellos los padres de esta sociedad. Pregonaron un modelo construido sobre la consigna quien mas tiene, más vale. Y lo impusieron.
En eso andamos, con buena parte de nuestros mayores construyendo y edificando la Argentina de la desigualdad y el egoísmo.
Por eso se roban autos sin importar la vida.
Por eso se venden autopartes.
Por eso se fabrican y se venden armas.
Por eso hay tantos comisarios y policías envueltos en crímenes y asaltos y desarmaderos.
Arriba de la pirámide ya sabemos quiénes están.
Abajo de la pirámide, también.
Quienes pensábamos que desde el deporte, o desde el periodismo, íbamos a poner nuestro granito para contribuir a una sociedad más solidaria, humanitaria, igualitaria, jamás imaginamos que la conciencia de gran parte de nuestro pueblo sería convencida por tanta podredumbre.
Para muchos, a Fernando Cáceres le disparó un pibe chorro, incorregible y merecedor de la silla eléctrica.
Para otros, el país está irremediablemente perdido mientras haya gente que piensa así.
Es el mundo que nos han dejado, Fernando.
Y no fueron los pobres ni los villeros quienes nos dejaron así.
Por Pablo Llonto, editorial Revista "Un Caño", N°#20