sábado, 8 de mayo de 2010

Messi, por Cappa


Angelito, y la claridad de siempre:

"Primero el huevo, después la gallina"

La razón por la cual Messi no rinde de la misma manera en el Barcelona que en la Selección Argentina o, para decirlo directamente, la que explica por qué Messi juega muy bien en el equipo catalán y mal en la Selección, hay que buscarla en el concepto más elemental de este juego: es el funcionamiento el que ayuda o el que dificulta el rendimiento individual. Y como la cosa es de ida y vuelta, a partir de esa premisa las individualidades -si tienen el brillo de Messi- le agregan a lo colectivo todo el peso de su talento.
El Barcelona se desenvuelve dentro de un estilo definido desde hace rato. Posiblemente, desde que Cruyff fue el entrenador, o tal vez desde antes. Messi, que se incorporó al Barcelona siendo un niño aún, se formó en ese estilo, del mismo modo que casi todos sus compañeros. No olvidemos que en el primer equipo del Barcelona hay 8 o 9 canteranos criados en la misma ideología, y que en su mayoría están jugando juntos desde que empezaron sus carreras.
La filosofía del equipo catalán es clara y tan antigua como olvidada, tan sencilla como despreciada, tan eficaz como ignorada: la pelota hay que dársela a un compañero, y como hay una sola, hay que cuidarla. En otras palabras, el toque. Y para que haya toque tiene que haber posibilidades de pase, y para eso se debe recurrir a otro concepto fundamental: el que tiene la pelota no corre, corren los que no la tienen para ofrecerse. Ese es el punto de partida. Y después viene todo lo demás.
Utilizan el ancho de la cancha en la circulación y se animan a jugar, es decir, a arriesgar en una gambeta si es necesario, a tirar una pared entre varios rivales, a encarar si la jugada lo requiere, y tantas otras cosas que se ven en el equipo de Guardiola. Y como respetan al fútbol como un juego colectivo, cuando pierden la pelota todos se sienten implicados en la recuperación.
Nadie le va a pedir a Messi que sea el quien la recupere, pero sí que ayude a Puyol para hacerlo. Tampoco nadie le va a pedir a Puyol que gambetee a cuatro rivales o meta una pelota de gol. Pero ambos están capacitados y se sienten tan responsables e involucrados en una y otra situación de juego.
En ese contexto, Messi se siente cómodo. Y a su natural inspiración le va sumando acciones que responden al conocimiento del juego. Ya no se limita a jugar de wing derecho y tirarle toda su habilidad a los rivales en los últimos 20 metros. Ahora comenzó a asumir otras funciones. Por ejemplo, en algunos partidos actúa de enganche, detrás del 9 y participa también en la elaboración de las jugadas. Es simple en el medio, y cuando se presenta la oportunidad, se anima a encarar. Ya utiliza los dos perfiles y busca la jugada de gol desde la derecha, desde la izquierda e incluso entrando por el medio.
El funcionamiento del equipo-y también, por supuesto, la calidad de muchos de sus compañeros- le facilita el crecimiento como jugador. En cambio, en la Selección Argentina, particularmente la de los últimos y agobiados tiempos -la que hizo equilibrios sin red para llegar al Mundial- no le ofreció a Messi las mejores condiciones, ni siquiera parecidas a las habituales en el Barcelona. Porque tuvo que ir resolviendo los problemas con la inmediatez del caso y, en vez de aferrarse a un estilo determinado, hizo lo que pudo, motivada más por el nerviosismo de la situación que por una idea determinada.
En la Selección Argentina, incluso, se apeló al cambio casi continuo de jugadores y formas de jugar, para buscar el rendimiento urgente para sacar la cabeza del agua. A Messi se lo esperaba no como un jugador más -aunque sea el mejor, siempre es uno más-, sino como el salvador. Le dieron la pelota a Messi esperando que él arreglara lo que el equipo no podía. Resumiendo: lo comparamos con Diego, le pusimos la corona antes de tiempo y nos encomendamos a lo que pueda inventar.
Don Alfredo Di Stéfano me dijo una vez: "un jugador a los 20 años no sabe nada. Juega con lo que trae de la cuna. Después aprende". Messi está más o menos en esa edad, y la responsabilidad que se le suele dar en la Selección, como casi único responsable de la creación, es inadecuada e injusta. Es así como la cuestión se planteó al revés. En vez de tratar de encontrar un estilo, una idea, un equipo para que Messi y no sólo Messi pueda expresar todo lo que sabe, y le sirva también para seguir creciendo, nos preguntamos qué le pasa a Messi que no juega como en el Barcelona. Y no se nos ocurre algo mejor que criticarlo, dudar de su indudable categoría y hasta cuestionar su patriotismo, un extremo que ronda lo nauseabundo y absolutamente fuera de lugar.
Todo contribuye a que un pibe de 22 años, por más que se llame Messi, se ponga la camiseta argentina como una condena, en lugar de vivir esa instancia como un acontecimiento feliz y soñado. Demos vuelta la tortilla, hagamos un equipo, responsamos a una idea, a una identidad -a nuestra manera de entender y jugar al fútbol-, elijamos a los 11 titulares, pensemos en los posibles suplentes, entrenemos los conceptos que vamos a manejar y después, sólo después, miremos a Messi como el crack que es. Y así, no tengo dudas, veremos cómo aparece el jugador que deslumbra al mundo. Da la casualidad de que el Barcelona juega como jugábamos nosotros hace algunos años. Quiero decir que no se sentirá extraño, que volverá a ser feliz con la Selección. Y, de paso, nos hará felices a nosotros también.

Por Angel Cappa, para Revista "Un Caño", #25

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